El balance y cadencia en algunas piezas de este disco se complementa con el potente ruido en otras, logrando un álbum poderoso, sólido y muy introspectivo, algo que muchos quisieran lograr.
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Nine Inch Nails - The Downward Spiral
1994 / InterscopeLa inspiración vino de discos como The Wall de Pink Floyd y Scary Monsters de David Bowie. Una obra conceptual con principio y fin que revelará ciertos pasajes del sufrimiento humano, ya sabes, algo que nos encanta ver en los demás pero no en nosotros. Solo que aquí se vive en primera persona. Cuenta el andar de un hombre, en este caso Trent Reznor, líder de la banda (y en ese tiempo la única mente creativa de NIN, todos los demás eran nuevos contratados), perdiendo el rumbo, literalmente en una espiral descendiente, y cómo su vida llega a un triste final.
Lo que una persona promedio puede experimentar en algún punto de su vida aparece aquí, en 14 canciones, como una biblia qué suena con ritmos brutales hacia donde va nuestra vida en caso de perder el rumbo. Esa espiral es el círculo vicioso en que alguna vez caemos y del que difícilmente salimos. Reznor mostró una aguda perspectiva de las drogas, el suicidio, el abuso sexual y policiaco, impotencia, religión, deshumanización, indiferencia social. En fin, todos los tópicos que, tristemente, hoy día siguen vigentes y con mayor énfasis.
Pero una obra maestra cómo está requería de un trato especial, en cierto modo artesanal. Luego de dos discos grabados tenía que interpretar todas esas bajo un nuevo enfoque. Pretty Hate Machine mostró su propuesta, dió idea de lo que puede hacer. Broken dió un paso más allá al incorporar riffs potentes y voces guturales. Pero aquí era necesario dar otra perspectiva, por eso la inspiración de los discos mencionados fueron vitales para su creación.
Y sí, frases como quiero cogerte como un animal / Dios está muerto y a nadie le importa / mi hermosa mentirosa, mi enfermedad, mi infección / me lastimé para saber si aún siento algo / son como una enfermedad recurrente en nosotros, que solemos estar en decadencia en diversas etapas de nuestras vidas. Vaya, para emplearlo en términos actuales, solemos ser tóxicos. Todo se escuchaba perfecto con el sonido Stereo que impactó en la época, con sonidos distintos pero complementarios en cada bocina de los audífonos. Wow.
The Downward Spiral lleva a un nuevo nivel el rock duro, el industrial, la experimentacion, el jazz e incluso el progresivo, porque todo estuvo inmerso en cada track. El balance y cadencia en algunas piezas se complementa con el potente ruido en otras, logrando un álbum poderoso, sólido y muy introspectivo, algo que muchos quisieran lograr a temprana carrera pero que jamás sucederá si se la pasan lanzando solo canciones y no una producción completa.
Nine Inch Nails es la visión de la vida de Trent Reznor, de todo lo miserable que es este mundo y nos lo recuerda especialmente en este disco, donde las catorce canciones guardan un resentimiento muy particular a punto de explotar en la cara (o los oídos) de quién lo escuche. Pero suena tan, pero tan bien, que parece masoquismo puro, pero provoca un verdadero placer auditivo ir de una batería atronadora en Mr. Self Destruct a un bajo jazzy en Piggy. De voces guturales contra la religión en Heresy a la potencia del industrial en March Of The Pigs. Del coro sexual en Closer al rock duro en Ruiner. De las guitarras acústicas complementadas con sonidos industriales en The Becoming a la sensación de ser menos que cualquiera en I Do Not Want This. Del brutal abuso de la policía en Big Man With A Gun a la calma que ofrece A Warm Place. De la poderosa y profunda batería en Eraser a la distorsión y el recuerdo que provoca escuchar Reptile al ser interpretada con una banda llena de lodo en Woodstock 94. Y de la amenaza de suicidio en The Downward Spiral a la completa depresión en Hurt. La historia ya fue escrita y le dió a NIN la razón: la humanidad es deplorable y algún día será exterminada, pero hoy vale la pena escuchar este disco.
En retrospectiva, este álbum fue un parteaguas en mi vida musical. Lo escuché a los 16 años, el año en que salió. Voló mi cabeza tanta música, tantos adornos en cada pieza, como si intentaran grabar un disco barroco. Poco hay de minimalista aquí, de hecho esos detalles están a la baja, pero están, y escuchando los vas a encontrar. Además, es un álbum digerible que no tendrá problema en reproducirse de principio a fin. Es uno de los tres mejores discos que he escuchado en mi vida, y muy pocos están a la altura, no exagero, el tiempo está de mi lado, porque esta producción se vuelve cada vez más valiosa. Tienes que escucharla (otra vez).
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