Apenas
sentí el movimiento, salté de mi lugar, tomé lo que pude (gafete y teléfono) y
me dirigí a la salida. Un compañero corrió y empujo a quien le estorbaba. Al
bajar las escaleras escuché los gritos de quienes estaban arriba, la
desesperación era inmensa porque se caía la losa y partes del techo, además de
las paredes que comenzaban a agrietarse. Hubo un momento en que dejé de sentir
el sismo, solo quería salir del edificio.
Tan pronto
puse un pie fuera vi a una compañera que ayudaba a otra; tuvo una crisis
nerviosa. Ayudé a llevarla a la zona segura de la empresa y ahí el personal de
protección civil indicó que fue un terremoto de 7.1 grados Richter, con
epicentro en Axochiapan, en el estado de Morelos y casi en la frontera con
Puebla. Mientras esperábamos, alguien mostró este video:
Mientras
la red telefónica y los datos estaban por los suelos, la desesperación
colectiva comenzaba a percibirse, lo mejor era ir con nuestras respectivas
familias porque, era inevitable pensar en la crueldad de la naturaleza al
provocar un terremoto que provocara tanto desastre como el de 1985…el mismo
día.
Estaba muy
angustiado por no saber nada de mi familia, como siempre que tiembla, la
comunicación colapsa y no entran las llamadas. A veces hay datos, a veces no.
Esta vez de inicio hubo Whatsapp en mi teléfono, después se trabó todo. Después
de un rato obtuve respuesta de mi familia. Todos bien. Yo lloré al saberlo, pero
sequé mis lágrimas y tomé una decisión.
Una vez que logramos sacar nuestras cosas del edificio, un par de compañeros y yo tomamos camino a nuestras casas, buscamos la forma más rápida de llegar, pero había un problema: no había “forma más rápida de llegar”. La avenida era un embotellamiento, un atasque entre automóviles y humanos que tomaron las calles para buscar el camino a casa. Un pequeño éxodo.
El trayecto fue infernal: Periférico Sur-Estadio Azteca-Tlalpan-Metro Tasqueña. Recorrimos 16.3 kilómetros en poco más de cuatro horas. Fue como pasear ante las venas abiertas de la ciudad, con autos detenidos esperando a avanzar y gente caminando, mucha gente y el no saber lo que depararía más adelante, el no saber si habría alguna réplica mortal.
Preferí no activar mis datos, pues la batería estaba al 40% y tal vez necesitaría usar mi teléfono; por eso no supe lo que el terremoto dejó sino hasta después, cuando llegué a casa. Mientras tanto la compañía y el saber que mi familia estaba bien me hizo apacible el trayecto, sin embargo, estaba seguro que había zonas donde pasó lo peor.
Tras rodear el Estadio Azteca paramos en un puesto de tacos. Comimos y descansamos en un lapso de 20 minutos. Ahí supimos que un edificio de una unidad habitacional que está sobre Tlalpan y el Soriana de Tasqueña habían colapsado. Que había retenes, que nos estaban desviando a todos, que no había paso, que no había transporte. Estábamos decididos a llegar a nuestras casas sin importar por dónde tuviéramos que caminar. De hecho uno de mis compañeros se desvió en Televisa Radio a casa de un amigo y muy cerca del colegio Enrique Rébsamen.
Mi compañera y yo seguimos por Tlalpan. El camino cada vez era más tenso: cada cruce con otra avenida era un retén, y aunque a los peatones nos dejaban pasar, se sentía un aire de desastre cada vez más fuerte. Finalmente llegamos a un puente donde una mujer gritaba que un edificio habitacional había colapsado y no había pasado. Teníamos que pasar al otro lado para seguir. Y eso hicimos. Ahí comenzó la tragedia.
Al llegar
a la zona cero vimos el edificio colapsado, pero ya habían civiles y
autoridades por igual ayudando. Incluso encontramos vecinos de la zona, con
costales a media calle, pidiendo apoyo con víveres, medicamentos, ropa, lo que
pudiéramos dar. Lo que verdaderamente
dolió de todo esto es a la población morbosa tomando fotos del edificio, o sus
selfies, sin que aparentemente estuvieran apoyando. WTF! ¡¡Es un momento de
desgracia, carajo!! ¿No pueden ayudar o simplemente desalojar? ¡Provocaban el
tráfico peatonal y automovilístico! Nosotros sí avanzamos, ya no faltaba mucho
para llegar a Tasqueña.
Una
avenida antes de llegar vimos el Soriana. La parte del estacionamiento estaba
derrumbada, el resto del complejo seguía en pie pero la zona estaba acordonada.
Al día siguiente vi en un diario la noticia de que colapsó. Con fotos
incluidas. Debió caer después de que pasamos.
Finalmente
tomamos el autobús que nos dejó en casa. Llegamos bien y afortunadamente
nuestras familias y hogares también lo estaban. Pero la brutal historia no para
ahí.
Los
siguientes días tuve que venir a trabajar pero a la par estuve compartiendo
información de las zonas dañadas. Hay más de 300 muertos al momento de escribir
esto, edificios derrumbados en diversas colonias; falta agua y/o luz en otras
tantas. La ayuda llega más en algunos puntos y también se reportaba falsa
información. Corrieron rumores de asaltantes que se hacían pasar por personal
de protección civil e incluso los amantes de lo ajeno no descansaron durante la
emergencia.
Ver todo
esto me marcó como nunca imaginé. Durante el regreso a casa me sentí como en un
episodio de The Walking Dead, con un mundo colapsado por el horror, sin sistema
ni el modo de vida que solíamos tener: sentí que todo había cambiado. Y aunque
en esencia no es así no dejo de pensar en lo que se perdió cuando vi el
edificio colapsado, me enteré en redes sociales de gente que perdió su casa, ya
sea patrimonio suyo o alquilado.
Necesitamos
con urgencia retomar parte de la vida que teníamos para sentir que esto ya
pasó, pero difícilmente eso va a suceder por las vidas que se perdieron y por
la gente que está apoyando en las zonas de desastre porque de alguna forma eso
marca, va a cambiar vidas.
Foto: Verónica Hernández Brigada Roedores
Foto: Verónica Hernández Brigada Roedores
Foto: Alejandro Velázquez
Si
llegaste hasta aquí espero que compartas conmigo la idea de que con esto
debemos reaccionar como sociedad, dejar el odio, las envidias y la
individualidad a un lado para construir un México mejor, donde podamos convivir
tranquilamente, sin feminicidios, sin violencia y sin indiferencias y
valemadrismos, que tanto nos han afectado. ¿Suena a cliché? Sí, pero urge
llegar a ese punto porque si no lo hacemos, si no nos apoyamos ahora, si no
ayudamos a quienes quedaron sin hogar en las siguientes semanas, si no dejamos
de ver con desdén los asesinatos a mujeres o la narcoviolencia, si no
presionamos al Estado y partidos políticos a hacer las cosas bien, como deben
hacerse, entonces nos merecemos todo lo que nos pasa y lloraremos cada vez que
suceda, pero las cosas no cambiarán. Y no quiero eso.
Quiero
paz, calidad de vida y una sociedad unida para forjar un mejor futuro.
#FuerzaMéxico.
Aquí estaré para ustedes.
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