Un rastro perdido en la noche de los tiempos es, sin lugar a dudas, el momento en el que el rock mexicano comenzó su evolución y adquirió rasgos propios más allá de la época romántica de la década de los 50 y 60 en la que prácticamente las bandas hacían covers de las canciones más populares del rock and roll.
Quizá se le da mucha vuelta al asunto y no queremos ver o reconocer que con bandas como Los Teen Tops o Los Rebeldes del Rock, y artistas como César Costa, Angélica María o Alberto Vázquez, se gestaba la esencia mestiza del rock nacional, un sonido muy particular que a pesar de emular al original en inglés tenía un sello “champurrado”, sí, pero propio.
La tendencia de los covers se mantuvo hasta entrada la década de los 70 y sólo algunos grupos como Three Souls In My Mind —que con el tiempo se convirtió en El Tri—, Dug Dugs, Peace And Love y La Revolución De Emiliano Zapata, se atrevieron a lanzar material propio y rompieron con la regla de la, mucha veces mala, versión en español.
Con la llegada de los años 70 una nueva sacudida musical cimbró al mundo. Esta vez el sonido era más pesado, oscuro con el tiempo se le conoció como heavy metal. En México, aunque de forma discreta, también se sintió el tritono… la nota del diablo, específicamente en Tijuana, en donde surgió una agrupación bajo el nombre de La Última Cena que poco tiempo después cambió su nombre por El Ritual. Era 1971.
Con un solo trabajo editado bajo título homónimo, las voces más expertas en la materia consideran a esta banda como la más importante o el parteaguas en la historia del rock mexicano. Las razones van desde su impresionante talento musical, hasta cuestiones de imagen y la temática de sus letras. Unos auténticos visionarios y adelantados a su época.
Si hay dudas, El Ritual respalda a El Ritual: un opus que combina la psicodelia del rock californiano de finales de los 60 con pasajes progresivos y experimentales sin dejar a un lado las influencias mestizas, aunque también incorpora esos sonidos oscuros y pesados que a la postre se conocerían como heavy metal. Si alguien se pregunta quiénes fueron los padres del metal en México, aquí tienen la respuesta.
¿Exageración? Para nada. Sólo basta echarle un ojo a las letras de sus canciones, todas interpretadas en inglés, para corroborar la sintonía en la que andaban estos tijuanenses: muerte, satanismo y sexualidad. ¡Mientan, pequen y escuchen música heavy metal! Que el final todos vamos hacia el mismo infierno.
Así abre la cara A de El Ritual con Easy Woman (que la disquera la tradujo como Prostituta): una guitarra semi distorsionada, redoble de batería con el aporrear del bajo y la explosión de una voz que suplicaba: “Come down and conceal your face, that I just wanna feel your legs, that I just wanna touch your skin, that I just wanna touch your skin… Take it from me now!”. Imagínense el shock cuando esto sonaba durante la época de mayor represión en la historia de México.
Aún así, con todo y Luis Echeverría censurando a diestra y siniestra, la banda integrada por Gonzalo “Chalo” Hernandez, en el bajo; Alberto “Lalo” Barceló, en la batería; Francisco “Frankie” Barreño, en la voz, guitarra y flauta, así como Martín Mayo en los teclados, se abrió paso y llegó al entonces Distrito Federal para impactar a propios y extraños con una propuesta que simplemente sonaba distinta y con mucho más calidad y tablas que lo mostrado por el Three Souls In My Mind, puntales en ese entonces de la escena capitalina.
Aunque Easy Woman muestra la faceta más heavy de El Ritual, en ella misma ya viene implícito el lado progresivo que los caracterizó, en donde la dureza de su propuesta se matizaba sutilmente con una flauta muy a lo Jethro Tull, un recurso que, incluso, serviría para marcar el camino que siguieron algunas bandas como Kansas.
Este hecho lo avalan temas como Bajo El Sol y Frente a Dios, quizá la canción más experimental de este álbum, en el que se escucha una fuerte influencia del jazz y el blues y en el que por momentos suenan a los mismísimos Pink Floyd.
En la misma vena, aunque más discreto se encuentran Peregrinación Satírica (que por error en la impresión de las etiquetas del acetato, salió como Peregrinación Satánica), Conspiración y Muerto e Ido, cuya rítmica continúa con los toques jazzísticos, pero con una guitarra y ritmos completamente en la línea del rock progresivo.
Luego está la parte más hippie y heavy del disco, encabezada por Easy Woman y seguida de temas como La Tierra de Que Te Hablé, una canción cargada de psicodelia y con sincero homenaje al “flower-power”, así como Groupie y Satanás. Estas dos canciones, son las joyas escondidas de este trabajo.
Por un lado, Groupie muestra que cuando se habla de rock con influencias latinas, rock mestizo, hay vida más allá de Carlos Santana. Muy posiblemente fue una influencia para El Ritual, pues los teclados y los coros recuerdan mucho al proyecto del nacido en Autlán, ni qué decir de algunos riffs en la guitarra y el puntilleo del bajo, muy bien acompasado con la percusión. Con todo y ello, la canción suena mucho más atractiva que los clásicos Black Magic Woman y la trillada Oye Cómo Va.
Luego está Satanás, la canción más oscura del álbum y en la que se resume toda la propuesta de El Ritual: desde la parte más experimental, pasando por el rock mestizo hasta la cara más heavy. La intro sumerge al escucha en la atmósfera de cualquier película de serie B o de las de terror de la época de los 70 del cine mexicano, ésas donde Mil Máscaras se enfrentaba a las momias de San Ángel.
Frankie Barreño reía de forma grotesca para luego lanzar el discurso diabólico: "Waiting eternity for you to be born, I will caress your soul as it was my own. But there ir a God and I will do my best for you not to know. Pestilence, war, death, hunger are my weapons against who envies me. Is that your God? The one that knows and let you come with me. I laugh as I behold the simple man you are. Sinful, are you mine? As you die you will burn in hell. Or my name is not… Lucifer, Lucifer, Lucifer!”.
Y la música explota con las percusiones latinas, rock y algo de jazz-fussion para dar paso a la letra en la que Frankie Barreño toma el papel del demonio y le hace guiños a la historia narrada en Sympathy For The Devil de los Rolling Stones. Son ocho minutos de melodía y de hecho, la mitad de la canción también es un homenaje al famoso solo de batería de In A Gadda Da Vida de Iron Butterfly.
El gran aporte de El Ritual al rock y el heavy metal mexicano no solo radica en la música, también su imagen jugó un papel muy importante, pues traían el cabello excesivamente largo –para la época-, subían al escenario sin camisetas y con los rostros pintados… sí, mucho antes que KISS lo hiciera.
¿Copia de muchos estilos? Quizá, pero muy bien hecha. Y hay que considerar que en ese entonces era muy difícil acceder al material musical que se producía fuera de México. Posiblemente les ayudó mucho el estar en Tijuana y de ahí que consiguieran discos más fácilmente debido a su cercanía con Estados Unidos.
Como sea, un trabajo les bastó para incluso ser parte del mítico Festival de Avándaro y escribir su nombre, con letras de oro, alfombra roja, caravana y rambersé, en la historia del rock mexicano. Las cosas como son.
El Ritual – El Ritual
Discos Cisne, Raff / 1971
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